Se rompe lla: Guerra Sucia
La semana política en Argentina estalló en una cadena de hechos que tensaron al máximo al oficialismo libertario y pusieron en duda la cohesión de La Libertad Avanza (LLA). A las derrotas parlamentarias se sumaron audios filtrados, allanamientos judiciales y el quiebre de un sector del bloque oficialista en Diputados. El resultado: un escenario de “guerra sucia” —cruce de operaciones, filtraciones y denuncias— en vísperas de las elecciones de medio término de octubre.
En el Congreso, la oposición articuló mayorías para poner límites al programa de ajuste y a los decretos del Ejecutivo. La Cámara de Diputados avanzó contra vetos presidenciales en materia social y federal, y el Senado completó el golpe político al desactivar varios decretos que reordenaban áreas sensibles del Estado. La foto legislativa evidenció que LLA continúa en franca minoría y que sus alianzas circunstanciales ya no alcanzan para blindar la agenda del Gobierno.
En paralelo, se abrió un frente judicial de alto voltaje: la difusión de audios atribuidos al entonces titular de la Agencia Nacional de Discapacidad (Andis), Diego Spagnuolo, que derivó en su remoción y en múltiples allanamientos. Las grabaciones, cuya autenticidad debe establecer la Justicia, describen presuntos retornos vinculados a compras de medicamentos y mencionan a figuras cercanas al Presidente. El Ejecutivo negó cualquier involucramiento del Jefe de Estado, se despegó del funcionario saliente y habló de maniobras politizadas en año electoral.
El terremoto institucional tuvo una consecuencia inmediata en la arquitectura del oficialismo en Diputados: cuatro legisladores se apartaron del bloque de LLA y anunciaron una nueva bancada con identidad propia. El argumento fue doble: cuestionamientos a la conducción del bloque en el Congreso y desacuerdos con el armado de listas en distritos clave. La fractura, además de simbolismo, tiene efecto práctico: complica el conteo fino en votaciones y consolida una oposición más amplia y versátil.
Las tensiones no se agotan en Diputados. La relación entre la Casa Rosada y aliados externos que fueron decisivos en 2023 atraviesa altibajos; y en la cúspide del poder, la convivencia con referentes que poseen proyecto propio —como la vicepresidencia— agrega fricción. En la práctica, la “guerra sucia” se expresa en acusaciones cruzadas, operaciones en redes, presiones territoriales y denuncias penales, mientras cada actor intenta preservar su capital político ante unas legislativas que redefinirán el mapa.
La economía, por su parte, acusó el golpe: la combinación de incertidumbre política y ruido judicial presionó sobre bonos y acciones, y reavivó preguntas sobre la sostenibilidad de la hoja de ruta fiscal. Aunque el oficialismo insiste en el objetivo de déficit cero y en que las reformas continuarán, la gobernabilidad se volvió el insumo crítico: sin orden interno y con menos margen de negociación, el Congreso puede trabar capítulos centrales del programa.
¿Qué viene? En el cortísimo plazo, el foco estará en tres tableros: la Justicia (pericias, responsabilidades y eventuales imputaciones), el Congreso (eventuales insistencias sobre vetos y la asignación de recursos) y la política (si la sangría en LLA se detiene o escala). Si la “guerra sucia” continúa, el riesgo para el oficialismo no es solo electoral: es el de un desgaste que erosione su narrativa de cambio y complique la gestión diaria. Si logra recomponer disciplina y alinear incentivos, aún podría llegar competitivo a octubre. Hoy, sin embargo, el partido luce abierto y la unidad oficialista, en cuestión.

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