
Un santuario en Sao Paulo al rescate de pumas acechados por la urbanización

Anestesiado sobre una camilla, con un corte profundo que le atraviesa el anca en carne viva, el puma Barreiro parece inofensivo: espera que los veterinarios lo curen para volver a su hábitat en las afueras de Sao Paulo.
Con nueve especies silvestres, Brasil tiene la mayor diversidad felina del mundo. Todas están en riesgo de extinción en el país por la acción humana.
A unas decenas de kilómetros de Sao Paulo, la ciudad más poblada de América Latina, el puma de la Mata Atlántica -el bioma brasileño con más fauna amenazada- se expone a una expansión urbana acelerada sobre su ambiente.
Aquí enfrenta peligros antinaturales: atropellamientos, electrocuciones, incendios, trampas, envenenamientos, cazadores.
Barreiro, un macho de cinco años que lleva el nombre del barrio donde lo encontraron, quedó preso en una trampa posiblemente fabricada contra predadores.
Fue rescatado en mayo por Mata Ciliar, una ONG con un santuario para rehabilitar animales silvestres a 90 kilómetros de Sao Paulo.
"Por la urbanización en su hábitat, cuando el puma sale a buscar territorio se pierde entre autopistas, barrios cerrados y otras intervenciones del hombre", explica Jorge Bellix, presidente de la organización que ya atendió a 32.000 animales en casi tres décadas de trabajo.
"O peor: se acerca demasiado a las ocupaciones humanas y empiezan sus problemas", agrega este ingeniero agrónomo, que advierte que "si seguimos así, veremos el fin de muchas especies en pocos años".
- Invasión ambiental -
Sao Paulo tiene 12 millones de habitantes que llegan a 21 millones si se cuenta su región metropolitana. Pero basta con alejarse unos kilómetros de la ciudad para entrar en un ambiente de bosques cerrados, geografía serrana y humedad pesada.
A los costados de la autopista hacia el santuario, en el municipio paulista de Jundiaí, puede verse cómo los muros y edificios de condominios residenciales y centros comerciales brotan sin orden aparente, como sarpullido blanco y gris en medio de la densa vegetación atlántica.
Bicho territorial, un puma como Barreiro no abandona su área de dominio una vez que la establece. Un macho adulto puede abarcar varias decenas de kilómetros cuadrados.
Cuando el hombre invade su espacio, lo que afecta su cadena de alimentos, el puma intenta ampliar su territorio: adaptarse para sobrevivir. En esa búsqueda, Barreiro cayó en una trampa.
"Lo encontramos en la peor condición posible, atrapado en un cable de acero", cuenta la veterinaria jefe Cristina Harumi, participante del rescate, mientras sutura en el quirófano la herida que el puma se abrió al intentar escapar.
Veinticinco pumas y 10 jaguares se recuperan hoy en el Centro Brasileño de Conservación de Felinos Neotropicales de Mata Ciliar, en un terreno grande como 40 campos de fútbol donde también se rehabilitan monos, perros salvajes, lobos de crin, ocelotes y otros animales de la región.
- "Perdiendo la guerra" -
"La situación es muy crítica: los animales en Sao Paulo están perdiendo la guerra contra la urbanización", lamenta Harumi, aunque espera ver a Barreiro libre otra vez dentro de unos tres meses.
En el centro de conservación también hay jaguares, que son raros en la Mata Atlántica aunque comunes en el tráfico ilegal de animales, que fluye desde el norte brasileño hacia el estado de Sao Paulo, el más rico del país.
Con sus nueve especies, "Brasil posee la mayor diversidad de felinos del mundo", según Mata Ciliar, que alerta que todas ellas "están incluidas en la lista de animales silvestres en riesgo de extinción".
En la cúspide de la cadena alimentaria, el puma funciona como un "bioindicador": su sobrevivencia señala que un ambiente es apto para la vida estable. Su desaparición marcaría lo contrario.
G.Seong--SG