
El rugby lucha por seguir siendo el deporte rey en Nueva Zelanda

Auge de otros deportes, nuevas generaciones a las que hay convencer y preocupación por la salud de los jugadores: incluso en Nueva Zelanda, el país de los emblemáticos All Blacks, el rugby se ve obligado a una operación de seducción para mantener su estatus.
A unos centenares de metros del estadio de Wellington, en la víspera del segundo test-match que tuvo lugar el fin de semana entre Nueva Zelanda y Francia, unos grupos de gente no demasiado amplios se dan cita en los muelles del puerto de la capital del país.
Muchos niños y sus padres han acudido al lugar para ver a Portia Woodman-Wickliff, la leyenda de las Black Ferns -la selección nacional femenina de rugby de Nueva Zelanda- y al jugador All Black Du'Plessis Kirifi, en una sesión programada de firma de autógrafos.
El evento se enmarca en las actividades alrededor del partido ante el XV de Francia en una semana en la que, como ocurrió en la anterior en Dunedin con motivo del primer test-match entre ambos equipos, hay pocos carteles visibles sobre el partido en las calles de la ciudad.
- Temor por la salud -
Nueva Zelanda es un país de rugby, pero incluso en un ambiente en principio tan propicio hay resistencias a vencer y personas a convencer.
"No soy el más fuerte de los chicos de mi edad, así que no quería estar en contacto con jugadores mucho más fuertes", explica Josh, de 10 años, que ha acudido al lugar con su hermano Sam y su padre Matthew Bate.
En la familia son "muy de rugby", explica Matthew, pero a la hora de practicar un deporte el pequeño Josh prefirió la escalada. Su hermano Sam sí juega con el balón ovalado, pero en la modalidad touch-rugby, con contactos limitados.
"Existen muchos otros deportes que están en competencia para atraer a los niños. El rugby está cambiando, con nuevas prácticas", estima Graeme, que acudió a la firma de autógrafos con su hija Charlotte, que está también en la edad del rugby sin contacto.
"Sufrió un traumatismo craneal por un caballo", subraya Graeme para justificar las precauciones añadidas que tiene para evitar que su hija tenga más golpes en la cabeza.
Nueva Zelanda cuenta con unos 155.000 jugadores y jugadoras afiliados a la Federación nacional, una cantidad que no progresa y que está en un nivel previo a la pandemia de covid-19.
Con motivo del Mundial femenino de 2022 hubo un 'boom' en el número de practicantes, pero desde hace tiempo el fútbol tiene más licencias y deportes como el básquetbol no dejan de crecer.
- El tirón de los All Blacks -
"Creo que el rugby es un deporte que necesita mejorarse en el ámbito escolar. Las escuelas tienen menos equipos, aunque la práctica femenina está desarrollándose", subraya el periodista experto en este deporte James McOnie, que considera que la pasión que rodea a las selecciones nacionales "enmascara muchos problemas" existentes en el nivel amateur.
"Sigue siendo nuestro deporte nacional, pero en cinco años eso podría ser diferente", sentencia.
El rendimiento de los All Blacks y, en una menor medida, de las Black Ferns "siguen teniendo un impacto importante en la moral del país", dice a la AFP Mike Hester, uno de los responsables de la Federación Neozelandesa de Rugby.
Pero "la manera en la que el juego se transmite de generación en generación está cambiando. Un neozelandés de cada cuatro no ha nacido en el país", subraya.
Para promover la práctica de su deporte "insistimos en el hecho de que es uno de los juegos más fáciles de aprender del mundo, se trata de atrapar un balón y correr con él", pero también se pone el acento en los "valores" que rodean al rugby, entre el "coraje" de la confrontación física y "el control de uno mismo y el respeto", desarrolla.
Como en otros país, Nueva Zelanda ha comenzado a rebajar el límite de la altura de los tackles en el nivel amateur.
"Observamos resultados similares a los de los franceses: las cabezas están ahora más seguras y hay más pases después de un contacto. Es más difícil para las defensas organizarse porque todo es mucho más dinámico", insiste.
I.Jang--SG